Una breve novela

Una densa niebla de otoño aún cubría por la mañana las amplias habitaciones del principesco patio del palacio, cuando más o menos se vio ya, a través del velo que se disipaba, a todos los cazadores, tanto los de a pie como los de a caballo, moviéndose mezcladamente. Las apresuradas labores de los más cercanos se dejaron reconocer: alargaban y acortaban los estribos, se alcanzaban rifles y portacartuchos, y acomodaban los macutos, mientras los perros impacientes amenazaban con arrastrar de la correa a quienes los sujetaban. También por aquí y por allá un caballo se comportaba valerosamente, impulsado por la ardiente naturaleza o estimulado por la espuela del jinete, quien incluso aquí en la penumbra no podía negarse a mostrar cierta vanidad. Sin embargo, todos aguardaban al príncipe quien, despidiéndose de su esposa, se tardaba en demasía.