HUMANO, DEMASIADO HUMANO.

Un libro para espíritus libres.

De
Friedrich Nietzsche.



Segundo volumen.

Nueva edición
con un prólogo introductorio.



Leipzig 1886.
Editorial de E. W. Fritzsch.


Lima.
Gustavo A. Laime Mitma.
(Traducción)

2.

3.

4.

5.

6.

7.

1.

8.

Escepticismo de los cristianos. — Pilatos con su pregunta: ¡qué es la verdad!, es presentado con gusto como el abogado de Cristo para recelar, de todo lo conocido y de todo lo cognoscible como apariencia, y erigir la cruz sobre el trasfondo horripilante del no-poder-saber-nada.


   Segunda y última adición a la colección de pensamientos anteriormente publicada, »Humano, demasiado humano. Un libro para espíritus libres.«
[Para la primera edición de 1880]

1.

350.

La consigna de oro — Al hombre le han sido puestas muchas cadenas para que desaprenda a comportarse como un animal: y realmente se ha vuelto más suave, más espiritual, más alegre y más sensato que todos los animales. Pero ahora sufre por el hecho de haber llevado por tanto tiempo sus cadenas, de haberle faltado por tanto tiempo aire puro y libertad de movimiento: — estas cadenas son, sin embargo, y lo repito una y otra vez, esos graves y significativos errores de las imaginaciones morales, religiosas y metafísicas. Solo cuando también esté superada la enfermedad de las cadenas, es cuando se alcanzará completamente la primera gran meta: la separación humana de los animales. — Ahora nos hallamos en la mitad de nuestro trabajo de quitarnos las cadenas y tenemos por necesario a su vez la cautela más elevada. Sólo al hombre ennoblecido le puede ser dada la libertad del espíritu; solamente a él el alivio de la vida le sutura y pone pomada sobre sus heridas; él es el primero a quien le es lícito decir que vive a causa de la alegría y de ninguna meta más; y en cualquier otra boca sería un lema peligroso: Paz a mi alrededor y buena voluntad con todas las cosas que me son más cercanas. — Para los individuos este lema recuerda una antigua, magnífica y conmovedora frase que aplicaba para todos, y que ha permanecido en pie sobre la entera humanidad como lema y emblema, y con el que ha de perecer cualquiera que demasiado pronto haya adornado su estandarte con él, — con aquello con el que el cristianismo pereció. Al parecer todavía no es tiempo para que a todos los hombres, tal como pasó con aquellos pastores, les sea lícito ver que el cielo brilla sobre ellos y escuchar aquella frase: »Paz en la tierra y, para los hombres, buena voluntad entre sí«. — Todavía es el tiempo para los individuos.


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[Diálogo de cierre]


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